Los viajes de Darwin


Charles Darwin

El naturalista del Beagle

Un tormentoso día del mes de octubre de 1836, llegaba a los muelles del puerto de Falmouth, Inglaterra, el bergantín Beagle. Cinco años atrás un joven, Charles Robert Darwin, abordaba ese hermoso barco para viajar como naturalista. Su trabajo consistiría en estudiar y recoger muestras de plantas y animales que pudiese encontrar en los diferentes lugares que el Beagle visitase durante su travesía.

Sin duda el viaje resultó fascinante. Probablemente a nosotros también nos hubiese entusiasmado dar la vuelta al mundo, conocer gentes nuevas, comer sabrosas y originales comidas y observar seres vivos hasta entonces desconocidos, sorprendentes por sus nuevas y extrañas formas.

 

Para Charles Darwin el viaje en el Beagle fue el hecho más importante de su vida. En aquella travesía realizó muchas observaciones y recogió ejemplares de plantas y animales con los que organizó numerosas colecciones. También encontró gran cantidad de fósiles, que son restos de seres vivos de épocas pasadas.

Cuando regresó a Inglaterra, con la experiencia de su viaje en la mente, Darwin se dedicó, durante varios años, a escribir el que sería uno de los más importantes libros científicos de la época: El origen de las especies. En ese libro, Darwin explica cómo, con el paso del tiempo, los diferentes grupos de seres vivos cambian o evolucionan. 

Fragmentos del libro que hizo famoso a Darwin
Fragmentos del libro que hizo famoso a Darwin

En el curso de esta historia de cambio de las especies a traves del tiempo, se fue originando toda la diversidad de seres vivos que hoy pueblan la Tierra. En el proceso de la evolución, mientras algunas formas vivas se extinguen, otras cambian tanto que originan nuevas especies descendientes. Los dinosaurios, por ejemplo, se extinguieron hace 65 millones de años sin dejar especies descendientes, a excepción de un grupo particular que, posiblemente, sea el antepasado de todas las aves actuales. Darwin también observó que nosotros, los seres humanos, tenemos un gran parecido con los chimpancés. Este parecido no es casual, sino que es una prueba de que tanto ellos como nosotros compartimos un antepasado común. En este sentido decimos que el hombre desciende del mono... pero, por cierto, no de los monos actuales, sino de aquel pariente a partir del cual evolucionamos tanto los humanos como los chimpancés. Tal vez te interesa saber cómo fue que Darwin llegó a embarcar para realizar tan apasionante viaje. Si es así, te invitamos a que sigas leyendo.

 

Un joven aficionado a los escarabajos

 

Charles Darwin nació en Shrewsbury, Inglaterra, el 12 de febrero de 1812. Su madre fue Susan Wedgwood quien murió cuando Charles tenía 8 años y su padre, Robert Warning Darwin, fue un imponente médico de casi dos metros de altura, que llegó a pesar más de 150 kilos.

Aunque su padre eligió cuidadosamente la escuela a la que asistiría Charles, a este nunca le entusiasmó demasiado lo que se estudiaba en el aula. Sin embargo el joven Charles era inquieto y curioso y no perdía oportunidad de observar y coleccionar toda clase de elementos: hojas, raíces, monedas e insectos, en particular amaba los escarabajos así como cazar aves.

 

Mientras asistía a la escuela, se entusiasmó con el laboratorio que su hermano mayor armó en un galpón y decidió colaborar con él haciendo experiencias químicas. Intranquilo por el futuro, su padre lo obligó a la edad de 16 años a inscribirse en la universidad para estudiar medicina. Poco interesado en estos saberes, soportó dos años y finalmente abandonó sus estudios. Sin embargo el viejo doctor no se daría por vencido tan fácilmente y sugirió al indomable Darwin que estudiase para ser sacerdote en la muy reconocida Universidad de Cambridge. Pasó tres años en la universidad poco concentrado en sus estudios.

 

Su imaginación volaba hacia otros horizontes. Leyó un libro de Alexander Von Humboldt, un gran naturalista alemán que exploró el Amazonas, que estimuló sus deseos de viajar. Además se hizo de amigos muy interesantes, solo que estos estaban preocupados por temas que poco tenían que ver con los estudios de Darwin. Dos de ellos fueron fundamentales en su vida. Uno fue Adam Sedgwick, de quien aprendió geología, la ciencia que estudia la estructura de nuestro planeta. El otro fue John Henslow, investigador y profesor preocupado por el conocimiento de las plantas. Fue el botánico Henslow quien vio en Darwin a un joven talentoso para el estudio del mundo natural, por lo cual lo propuso para que viaje en el Beagle. Allí podría estudiar los animales, las plantas y las características de los territorios que visitase a lo largo del viaje. Sin embargo, pronto aparecieron los infaltables problemas.

Además de Lamarck y Cuvier, el geólogo y amigo personal de Darwin, Charles Lyell (1797-1895), influyó en gran manera en las ideas del naturalista británico. Lyell fue uno de los fundadores de la geología moderna. Lyell propuso en su obra “Principios de geología” que los fenómenos que hoy en día modelan el mundo, como la erosión, el vulcanismo, los terremotos y las inundaciones también lo habían hecho en el pasado. Antes de llegar a formular la teoría de la evolución, Darwin leyó su obra mientras hacía su famoso viaje alrededor del mundo. El uniformitarismo propuesto por Lyell traía como implicación que la edad del planeta era inmensa, pues el tiempo requerido para que la erosión de la lluvia y el viento erosione una montaña es vastísimo. Lyell le proporcionó a Darwin el tiempo - un factor necesario para que pudiera darse la evolución. Las dataciones radiométricas del siglo XX le darían la razón a Lyell y a Darwin sobre la antigüedad de la Tierra, y la edad de los fósiles hallados en los estratos rocosos.

 

Un economista que influyó a Darwin fue Thomas Robert Malthus, quien publicó un ensayo sobre el crecimiento de la población la población humana crece en progresión geométrica, mientras que los recursos de subsistencia lo hacen en progresión aritmética. Así, llegará un punto en el que la población no encontrará recursos suficientes para su subsistencia. Al leerlo el naturalista británico se dio cuenta que este principio no solo se aplica a las poblaciones humanas sino también las poblaciones de todos los organismos. Esto fue la primera observación que lo llevaría a formular la teoría de la selección natural.

El padre, el tío y un capitán al que no le gustaba la nariz 

 

Darwin se entusiasmó con la propuesta de Henslow de viajar en el Beagle. Sin embargo, su padre se opuso con firmeza y resolución. ¿Qué ventajas podía obtener Charles de semejante viaje? Ya bastante dolores de cabeza le había dado. No obstante, ante la insistencia de su hijo le propuso la siguiente solución: si encontraba al menos una persona que resultase confiable, y esta persona le sugería que era bueno aceptar el viaje en el Beagle, entonces él, Robert Warning Darwin, le permitiría vivir la aventura de recorrer el mundo en aquel buque. En esas circunstancias, Charles descubrió qué bueno que es tener un tío sensato a quien recurrir. Por supuesto sin pensarlo dos veces el joven Darwin se acercó al tío Jossiah Wedgood para que diera su opinión. Finalmente el corpulento padre aceptó las razones del tío Joss y Charles Darwin pudo comenzar a imaginar la travesía por el océano. Pero aun había otro obstáculo que superar.

 

El capitán del barco, Robert Fitz Roy, creía, como muchos en su época, que el aspecto físico de un hombre mostraba características de su personalidad. (En particular analizaban con sumo cuidado la forma de la nariz). Fitz Roy decidió que la nariz de Darwin correspondía a la de un hombre que no iba a soportar las dificultades de un viaje tan largo por el extenso mar. Aquí Darwin no tenía mucho para hacer.

Por suerte Fitz Roy no creyó que la forma de la nariz fuese algo tan importante como para no permitirle a Darwin viajar. Efectivamente la forma de la nariz no era tan relevante. Había otras cuestiones en la que ambos hombres, Fitz Roy y Darwin, no se pondrían de acuerdo. Ya en el Beagle ambos tuvieron una importante discusión en la que el joven naturalista mostró estar en contra de la esclavitud, mientras que el temperamental capitán defendía el derecho a tener esclavos.

 

 

Brasil, Argentina, Chile y las Islas Galápagos fueron algunos de los lugares en donde Darwin pudo realizar interesantes observaciones y recoger las plantas, animales y fósiles que lo llevarían, con el tiempo, a proponer la idea de la evolución por la cual podemos afirmar que los seres vivos que habitan hoy la Tierra derivan de diferentes formas vivas que la habitaron en otros tiempos.

Uno de los hechos que dio a Darwin pistas sobre el proceso evolutivo fue el hallazgo de mamíferos fósiles en Argentina y Uruguay durante su viaje en el Beagle. Allí encontró fósiles de grandes mamíferos, tales como Macrauchenia, un animal sin par en la actualidad. Parecido a un camello, pero sin joroba, con una trompa similar a la del tapir y una altura de dos metros. Esta especie y todas las de su orden (Orden Liptoterna), se extinguieron sin dejar especies hijas. Pero Darwin también halló especies extintas relacionadas con especies actuales, como los perezosos gigantes, de los cuales halló fósiles de varias especies y géneros diferentes (Scelidotherium leptocephalum, Glossotherium robustum, Mylodon darwini), al igual que los gliptodontes (Doedicurus clavicaudatus), una especie de armadillo de 3,6 metros de largo y 1,5 de alto. Poseía un gran caparazón y un mazo al final de la cola como arma defensiva.

Continuando su viaje Darwin notó que muchas especies son reemplazadas por otras en otras regiones geográficas. Usualmente esas otras especies son muy parecidas, por lo que teorizó que ambas especies podrían estar emparentadas y tener un origen común. Esto lo evidenció con unas aves no voladoras de Sudamérica conocidas como ñandués. Darwin notó que al sur del continente la especie de ñandú común (Rhea americana) que habita las pampas argentinas, es reemplazada por el ñandú petiso (Pterocnemia pennata) adaptada a climas prevalentemente fríos de la estepa patagónica y la meseta andina.

El cráneo de un toxodonte (Toxodon platensis) fue recolectado en 1833 por Darwin en el arroyo Sarandí, en el actual Uruguay, y descripto por Richard Owen.

El naturalista Charles Darwin llega a las islas Galápagos el 15 de septiembre de 1835. Arriba a bordo de la nave de investigación HMS Beagle comandada por el capitán Robert Fitzroy. Darwin desembarca en la isla Chetham y de inmediato comienza a tomar notas sobre la diversidad de variantes de pinzones, a observar las diferencias en los caparazones de las tortugas y a especular sobre los motivos que llevan a las iguanas a bucear en aguas marinas.

Conformadas por 13 islas mayores y 17 islotes, "Darwin notó que en Galápagos las condiciones ambientales variaban poco entre una y otra isla, pero que esas diferencias influían en el tamaño del pico en pájaros de la misma especie dependiendo del tipo de semilla que creciera en el sitio", explicó Valle.

Así, llegó a concluir que "en un territorio relativamente pequeño puede haber 14 especies de un mismo pájaro y que sus variaciones están relacionadas con el ambiente donde se crían", precisó Valle.

 

"Darwin viajó por muchos sitios del mundo, pero en Galápagos se encontró con una situación única: las aves de todas las islas parecían idénticas, pero luego se dio cuenta de que había diferencias entre ellas dependiendo del sitio donde se encontraban"


En Nueva Zelanda lo salvaje y rudo del país llama su atención. Relata que todas las colinas están recubiertas de helechos inmensos. Se revelaba un extravagante ecosistema aviar. Los nichos de mamíferos, desde las marmotas hasta los antílopes, estaban ocupados por aves no voladoras o, más precisamente, lo habían estado, porque los cazadores maoríes casi las habían exterminado. Los fósiles probaban que en otro tiempo habían predominado en la isla. En Australia, encontró una plétora de mamíferos, aunque de índole diferente a los europeos, asiáticos y africanos. Casi todos eran marsupiales, como los canguros que ocupaban el nicho de los herbívoros. Pero también existían otros que ocupaban los lugares de conejos, lobos, puerco espines, monos, etc.